El Nuevo Herald

Adiós al maestro cubano Viredo Espinosa

El Nuevo Herald

JANET BATET
ESPECIAL / EL NUEVO HERALD

Como reclamado por un halo de luz, al romper la alborada del 26 de agosto, exactamente a las 2:45 de la mañana, partió el pintor cubano Viredo Espinosa, cerca del mar, en su residencia en Costa Mesa, California.

Miembro del precursor grupo Los Once, cuya existencia entre 1953 y 1955 significó la apertura al arte abstracto cubano y la puesta en sintonía del arte moderno cubano con las propuestas de avanzada de la época, la vida y obra de Viredo es ante todo un canto a la cultura cubana.

Viredo Espinosa nació en el icónico pueblo de Regla, caserío de pescadores y obreros estrechamente ligado a la industria portuaria, asiento de religiones afrocubanas, cuna de músicos y bailadores. Desde niño, el artista se sintió atraído por el vivo folclore que inundaba la vida de su ciudad natal. El mismo Viredo relata como acostumbraba a asistir con amigos a celebraciones afrocubanas diversas donde se dedicaba a transcribir las libretas de los practicantes; en otras, a dibujar las enigmáticas firmas ñáñigas. Este contacto directo con el baile, la música y la religiosidad tanto afrocubana como católica van conformando el imaginario que acompañarán por siempre al maestro.

Convencido de su pasión por las artes, Espinosa cursó estudios de arquitectura en la escuela de Artes y Oficios y de Bellas artes en la prestigiosa Academia de San Alejandro. Desde muy temprana fecha colaboró haciendo ilustraciones para publicaciones periódicas como el periódico Zig-Zag y aprendió el oficio de rotulador que le llevará de la mano al ejercicio de la pintura mural.

La obra de Viredo Espinosa puede ser resumida en tres etapas fundamentales. Una primera etapa, de la que forman parte sus pinturas murales y que el artista califica como influencia del dibujo infantil; una segunda etapa, marcada por la impronta de la abstracción geométrica y donde se localizan las obras realizadas mientras el artista formara parte de Los Once y, finalmente, una tercera etapa, ya en el exilio, donde la confluencia de las dos etapas anteriores conduce a un simbiosis que dará lugar al estilo definitivo que le caracteriza y donde la presencia de las costumbres de su Cuba natal y en específico, de Regla, son fundamentales.

La obra de Viredo Espinosa irrumpió en la escena artística habanera en 1948, durante la Feria del libro organizada por el Ministerio de Educación en el Parque Central de La Habana donde se incluyeron dos de sus pinturas y, más tarde, en 1953, cuando recibiera el encargo para la realización de los murales y vitrales del Embassy Club del Vedado.

Sin embargo, los años sombríos de la dictadura batistiana y más tarde la negativa de Espinosa a integrarse al sistema político de la revolución castrista, eclipsan durante varios años la producción de Espinosa quien, finalmente, en febrero de 1969 logra salir de Cuba gracias a los denominados Vuelos de la libertad. Espinosa y su esposa Alicia Sánchez, llegan primero a Miami, y luego se trasladan a Los Ángeles, donde los acoge un amigo.

Desde allí continuó Espinosa su trabajo infatigable que compartía entre la decoración de vidrieras y su faena como pintor, hasta que en 1977 pudo dedicarse por entero de nuevo a la pintura.

Numerosos son los galardones recibidos por Espinosa, destacando entre ellos la distinción de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y de la Asamblea Estatal de California. En el año 2000, recibió la prestigioso galardón “La Palma Espinada”, otorgada por el Instituto Cultural Cubano Americano.

Nuestra ciudad, a quien el artista consideraba como su casa, tuvo el goce de disfrutar de una muestra de la obra de Viredo en el 2003, en la Maxolly Art Gallery. Su muestra personal más reciente tuvo lugar apenas unos meses atrás en febrero en la Old Town Galley de Tustin, California.

Incansable creador, la obra de Viredo Espinosa es un canto al trópico y a ese ajiaco que –como bien definiera Fernando Ortiz– conforma la cubanidad, donde las creencias más diversas y las razas más disímiles se amalgaman y cuecen al fuego de los cuatro vientos. Tal vez por eso, el maestro Viredo Espinosa aún cuando nunca regresó a Cuba, siempre estuvo cerca del mar, en contacto directo con la ola y el salitre, cerca muy cerca de su natal Regla, esa que siempre trasluce en sus cuadros.

Janet Batet es escritora, curadora y crítica de arte. Escribe de arte para diferentes publicaciones, galerías y museos.